22 de octubre de 2013

Sin ciencia no hay futuro... ni posibilidades de salir de la caverna:

Creo que ya he posteado algo similar en otra ocasión... pero no importa. Mi mensaje sigue siendo el mismo respecto a la ciencia: es algo que debe hacerse. No porque a la larga traiga beneficios (que los trae), sino porque considero que el conocimiento es algo que debe ser un fin en sí mismo, ya que el hombre ha destacado entre los demás animales en saber utilizar un apropiado conocimiento de su entorno (los leones tienen colmillos largos... el hombre hace lanzas, arcos y fusiles). Pero no voy a ser yo quien dé una reprimenda a ciertos elementos (según Jesulink, serían elementales de chorizo, pero no voy a entrar) sino que le dejaré el asiento de honor a un invitado especial desde el siglo VI a.C.

Una de las mayores mentes pensantes de la Antigua Grecia -lo cual es decir mucho para una civilización famosa por su gran cantidad de mentes pensantes por metro cuadrado- fue Platón. No enumeraré los grandes méritos de este pensador, pues ya deben ser de todos conocidos. Pero sí que será el encargado de darles la reprimenda por mí. Que conste que mi interpretación es muy fiel a la original, con la salvedad de que sustituyo "filósofo" por "científico", dado que a mi parecer, son sinónimas en lo fundamental: ambos buscan conocer la verdad por encima de todo. De hecho, los primeros científicos eran también filósofos (y, hasta el siglo XVIII a la física se la conocía como "filosofía natural". Pero esa es otra historia).

En el séptimo libro de La República, Platón reproduce una supuesta conversación entre Sócrates y otro pensador de la época. En una parte de la conversación, pasan a hacer una serie de suposiciones en el llamado "Mito de la Caverna". Estableciendo analogías entre la humanidad y un grupo de prisioneros que solo pueden (y están acostumbrados a ver) sombras chinescas: pobres reflejos de la verdadera realidad. De pronto, uno de ellos (científico) consigue salir de la cueva. Aunque al principio no puede ver bien, va alcanzando a vislumbrar todo, incluidos los objetos cuyas sombras eran reproducidas. Posteriormente, vuelve a la cueva a intentar convencer a los otros de que salgan a conocer la verdadera realidad, a lo que no solo se niegan sino que le apalean.

En este último punto parece que hemos variado un poco en 2.500 años. Ahora no apalean al que intenta sacar de la cueva. Parece que hay un poco de esperanza (según las últimas encuestas los científicos y los profesores son el colectivo más valorado), o la habría si los que estuviesen en el poder no fuesen elementos planeadores que apalean a los científicos a la primera de cambio o, peor aún, les dejan un presupuesto de "un sugus chupao, una moneda de euro y un palillo de dientes". Para ilustrarlo, nada mejor que un chiste del nunca-bien-ponderado Forges:

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