28 de junio de 2012

Inmunología para mi abuela:

Hay tres cosas que los homeópatas que intentan defenderse con el "A mí me funcionó" (realmente un "¿A mí me funcionó?"). Son el efecto placebo, el sistema inmunitario y el hecho de que el punto cuando más duele una enfermedad es justo cuando está empezando a remitir. Del primero ya he hablado, y del último hablaré en otro post.

Hoy hablaré del sistema inmunitario, que actúa como una especie de ejército preparado contra cualquier amenaza. Para eso, usa cuatro estrategias:

1. Comerse al enemigo: El enemigo en este caso serían las bacterias, y se trata de monocitos y macrófagos. Estos van comiéndose como buenos Carpantas todo lo que pillan.

2. Desactivarlo: De esto se encargan los anticuerpos, que son unas proteínas con forma de Y. Se acercan a las proteínas de la membrana de los malos y se las cargan. Los producen los linfocitos B, que son como naves nodriza. Lo único malo es que cada proteína tiene un anticuerpo específico, así que contra virus que mutan, hay que esperar un tiempo a que los "investigadores" de los linfocitos hallen el anticuerpo bueno.

3. Hacerlo estallar: En caso de que todo esté perdido, de que algunas células estén ya afectadas, llegan los linfocitos CLT-Killer (asesino en inglés) y se estrellan contra ella, explotando.

4. Quemarlo: La fiebre indica que estás enfermo, porque lo que hace es cargarse al enemigo quemándolo.

Como no solo actúan virus y bacterias, también hay otro tipo de células que se encargan de evitar que diversas sustancias entren. Si esos glóbulos blancos van a lo bruto, es cuando se llama alergia.

Ahora voy a dar la estrategia general:
1. El enemigo acaba de entrar:
Si el enemigo (bacterias, virus...) entra por la piel, llegan raudos los macrófagos a comérselo, durando menos que un pastel abandonado en la puerta de un colegio a la hora de abrir.

Si entran por la nariz, están los mocos que se encargan de atraparlos, inutilizarlos y echarlos (el típico estornudo).

Si entra por la boca, llega al estómago donde es disuelto por ácido clorhídrico. Es decir, que hace "¡Ahhhh, como quema! y se muere. Sin embargo, hay bacterias que sobreviven, como la Esterichia Coli y el Lactobacilo Casei (viven en el intestino y ayudan a la digestión).

2. El enemigo está ya en la sangre:
Ahora que el enemigo está en la sangre, podría campar a sus anchas. Sin embargo, vienen los refuerzos: Anticuerpos, macrófagos y linfocitos a porrillo, hasta que se cargan a todos.

También puede haber sustancias externas ayudando, como los antibióticos o los antivirales.

Entonces, si el sistema inmunitario es el rey del mambo, ¿cómo es que hay enfermedades?

1. El sistema inmunitario tarda un tiempo en cargarse al enemigo. Pongamos por ejemplo el resfriado común: Un virus que muta cada año. Resulta que las proteínas que tiene este año son distintas que las del año pasado, y estas que las del anterior, y así sucesivamente. Por eso, los linfocitos tardan en reconocerlo y en prepararse contra él (3 a 5 días), un tiempo que aprovechan para "hacerse fuertes" y reproducirse.

2. Hay muchos enemigos. Es el caso de bastantes enfermedades: Hay muchos enemigos y tardan muy poco tiempo en reproducirse. Es decir, que por cada virus o bacteria destruído, hay dos o más que lo reemplazan. Aunque al final se gane, el mal ya está hecho.

3. El enemigo va a por tí. Es el caso de las cepas de VIH: El blanco del enemigo (virus) son los propios glóbulos blancos. Por eso no tiene cura actualmente: va a por todas, te quiere muerto para existir él.



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