Después de la segunda guerra mundial, los rusos y los americanos se repartieron a los ingenieros que diseñaron la V-2, y comenzaron a diseñar nuevos cohetes, con el fin de dominar el espacio y de crear tecnología con la que fabricar misiles intercontinentales.
Para ello, contaron con los mejores ingenieros de la época, como Werner von Braum en el bando americano o Sérgei Paulovich Korolyov y Valentin Petrovich Glushkó en el bando ruso.
Uno de los años más decisivos fue 1957, cuando la URSS y, unas semanas más tarde, EEUU lanzaron siversos satélites, llamados Sputnik (Soviético) y Explorer (Estadounidense). Había comenzado la "Carrera por la Supervivencia", una especie de reto por ver "quién enviaba primero un...", estando prácticamente empatados.
Los cohetes eran mucho mayores que la V-2, y con un alcance considerablemente superior. Mientras que los rusos se habían decantado por varios grupos de cohetes laterales en la primera fase , como el R-7 Semiyorka y el posterior R-17 Soyuz; los americanos (dicho sea de paso, con un jefe e ingenieros alemanes) prefirieron un solo grupo y cohetes algo más pequeños y ligeros, como el Júpiter-C o el posterior Saturno-V.
En 1961, aunque por poco, los rusos estaban en racha. Habían sido los primeros en poner a un hombre en el espacio (Vostok 1) y una mujer (Vostok 3), una sonda lunar (Luna 2) y un primer viaje espacia (Vostok 2). Aunque los americanos no iban muy retrasados, desde 1962 prefirieron seguir con el plan anunciado por Kennedy de pisar la luna.
Los rusos no se quedaban atrás. El premier Kruschov, de hecho, anunció que "el 50º aniversario de la revolución de octubre-noviembre, la bandera de la URSS ondearía en la luna"
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